Hace poco me pidieron un espectáculo para escuela secundaria. Todo un desafío, ya que contarle cuentos durante 50 minutos a más de 400 adolescentes no es una tarea que pueda catalogarse de sencilla (si es que contar cuentos es sencillo).
Entonces me puse a repasar las historias de mi repertorio que pudieran ser atractivas para los chicos, pero comprobé que con ellas iba a naufragar en ese mar de hormonas. Todas muy lindas, sí... pero en su conjunto imposible pensar en sostener tantos minutos de atención e interés.
Entonces me puse a leer y leer. Cuentos y más cuentos: terror, amor, humor; los géneros inundaban con sus historias cada rato que tenía disponible para la lectura, pedí recomendaciones (que fueron muchas y yo agradecido). Pero aún así no podía encontrar la historia que me conectara con ellos. Es decir: sentir que tal o cual cuento me haría cómplice, me diera la llave de su atención, me posibilitara generar risas, suspiros, pensamientos... Nada. Y la fecha se acercaba. Y la presión aumentaba. ¿Qué cuentos les iba a contar? La ansiedad me carcomía los días.
Hasta que me replanteé la situación en estos términos:
1. Nadie en esa escuela había escuchado antes mis cuentos. Por lo tanto, ¿por qué no darme una oportunidad de probar si gustaban o no? Era un riesgo grande, ya que iba a cobrar por dicho espectáculo. Pero si uno encara los riesgos desde la mayor profesionalidad posible, no hay que tener miedo.
2. Siempre digo que las historias que cuento no son para público infantil, sino que son aptas para TODO PÚBLICO (o no cuento historias que los niños no puedan escuchar). Entonces, ¿por qué no consolidar ese concepto contandoselás al grupete adolescente?
3. Uno de los cuentos iba a sufrir una transformación. Y sí, decidí que una de mis historias iba a tener que adaptarse a ciertos códigos adolescentes para lograr una respuesta desde la identificación. Así que tomé "El rey que perdió su corona" y lo renombré como "Edelmiro, el príncipe enamorado". Aunque también podría haberse llamado "Un cuento a puro gag". Por eso digo que tuve que "sacrificarla" de algún modo: llené el cuento de gag's verbales, visuales y musicales que los adolescentes pudieran reconocer y con ellos reirse, enternecerse, emocionarse, sorprenderse, etc.
Y en este otro video les comparto un pedacito de cómo sería la adaptación con algunos gag's.
Después de rearmar el cuento me pude concentrar en el hilo conductor del espectáculo y en las otras historias a incluir (una anécdota mia de la secundaria y la Leyenda del pan casero).
Finalmente el espectáculo salió muy bien. Quizás no tuvo gran profundidad psicológica o despertó grandes preguntas en ellos, nunca lo sabré a ciencia cierta. Pero me regalaron un silencio de escucha impresionante, muchas risas y un apluso cálido en ese mediodía de llovizna.
Es verdad que este sistema puede parecer simplista o dirigido a buscar la efectividad en el momento. Y sí, tiene un poco de eso, pero ¿qué cuentero/a no busca ser efectivo/a en algún momento de su actuación? Para mi fue un proceso de búsqueda muy rico: charlas con adolescentes conocidos, varios ratos encontrándome con lo que escuchan, lo que miran, lo que desean, lo que les gusta y lo que no. Y también fue, de alguna manera, encontrarme con el adolescente que fui, con mi ser estudiante secundario y todo lo que significó ese universo que no cambio por nada.
Una foto de aquellos años hermosos (Saldán 2003) |
Entonces, ¿se puede adaptar un cuento a cualquier público?
Si me apuran, digo que sí. Sin embargo, hay mucho que analizar a la hora de hacerlo. A mi se me ocurren preguntas como:
- ¿Es el único cuento que vas a contar en tal oportunidad?
- ¿El cuento forma parte de un espectáculo?
- ¿El cuento es de tradición oral, popular, de autor (¿vivo o muerto?), de autoría propia?
- Ese cuento que funciona de maravilla con niños de 5 años... ¿vale la pena adaptarlo para un público de 50 años?
Todo lo que está expresado acá no tiene carácter de máxima, ni receta, ni concepto aprobado por la comunidad cuentera. Son mis puras opiniones y búsquedas, que hoy estarán más o menos encaminadas, más o menos equivocadas, pero que van dando cuenta del camino personal que voy realizando. Se agradecen los aportes, las críticas, las miradas sobre el tema.
Nos vemos en la próxima vuelta. Abrazos cuenteros!
Nos vemos en la próxima vuelta. Abrazos cuenteros!
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