De un tiempo a esta parte
han surgido con más fuerza voces que intentan problematizar una realidad que no
puede seguir naturalizada: el rol de los sexos en la sociedad.
¿Qué se espera
de un hombre en nuestros días? ¿Y de una mujer?
Si uno sale a caminar y a
preguntar les aseguro que se sorprendería con las respuestas. O no.
En este espacio quiero
reflexionar sobre este tema en relación con las historias que contamos.
¿Qué
rol predomina en nuestros cuentos? ¿Nos preguntamos acaso sobre la importancia
de la palabra como acción influyente en el modo de ver y concebir la realidad
de las personas?
Hace poco comencé a gestar
estas preguntas gracias a algunos hechos que me fueron haciendo despertar.
Primer despertar
Noche de sábado. Cine de barrio. Comienza la película al más puro
estilo de cuento de hadas acaramelado, rosadito marca Disney. Aburrimiento
garantizado. Pero a los pocos minutos una mano verde rompe todo pronóstico: no
sabía que comenzaba a mirar Shrek (la primera).
¿La vieron? Más que recomendada toda la saga. Pero recuerdo que me
llamó muchísimo la atención el personaje de Fiona. Tanto en sus textos, en la
personalidad y en su evolución: una mujer con todos los caracteres del
estereotipo de princesa Disney (al menos de día), pero con carácter fuerte y
decidido, inteligente y audaz, y sobretodo protagonista de un final sorpresivo:
Fiona no podría compartir el guardarropas de ninguna princesa antecesora.
Y eso
no es un problema, sino su propia elección que no la priva del amor, de la
realización personal y de la aceptación social.
Fiona, sin quererlo o queriendo, comenzaba a movilizar mis
pensamientos.
Segundo despertar
Culminado uno de mis espectáculos, mi novia se encargó de
continuar el “zamarreo intelectual”. A grandes rasgos, los comentarios fueron: “Marcelo,
¿te das cuenta que la mayoría de tus personajes son hombres? ¡En el cuento del
pan todas las mujeres son chismosas! ¡En el de la Pincoya la mujer no hace más
que esperar al marido para ponerse a cocinar!...” y frases del estilo.
Sumado a
eso, me comentó sobre un test que se les hacía a las películas sobre el
protagonismo de las mujeres, tanto desde lo actoral como desde sus parlamentos
y vínculos con los demás personajes. La
mayoría de las películas no superaban el test, dando cuenta de un patriarcado
latente también en la industria cinematográfica.
A raíz de eso intenté hacer una evaluación de las historias que
contaba y los resultados fueron impactantes. Todos mis cuentos abundaban en personajes
masculinos y los que incluían un protagonismo femenino estaban contados desde
el punto de vista del hombre. Lluvia de chanes.
Pero la vorágine del día a día me impedía sentarme a “remodelar”
mis relatos y a pesar de incluir algunos cambios (algunos más perceptibles que
otros), el denominador común recién descubierto continuaba ejerciendo el poder.
Como cuando uno está casi despierto, pero necesita ese último
empujón para salir de la cama antes que la fiaca arremeta con más fuerza.
Tercer despertar
Facebook y su contradictoria maravilla trajo el empujón. Entre
tantas palabras, post, enlaces, fotos… un video. Una disertación de Colin
Stokes titulada “La virilidad según las películas”, la cual recomiendo ver antes
de continuar leyendo (mirala acá).
¿Qué se supone entonces que haga?
¿Debo someter todos mis cuentos al test Bechdel? Adaptándolo sería
más o menos así:
1.
En
el cuento deben salir al menos dos personajes femeninos.
2.
Dichos
personajes deben hablarse la una a la otra en algún momento.
3.
Dicha
conversación debe tratar sobre algo que no sea un hombre (no limitado a
relaciones románticas, por ejemplo dos hermanas hablando de su padre no pasa el
test).
¿Debo rediseñar mis cuentos, adaptándolos a una transmisión de valores,
modelos, ideales que intenten construir un mundo más igualitario?
¿Debo investigar acerca de los estereotipos y arquetipos del pasado
y del presente para construir con fundamentos más humanos las imágenes que
genero al contar?
¿Debo replantearme la estructura de los relatos tradicionales (la mayoría contados desde el punto de vista masculino) y arriesgar un cambio?
¿Debo buscar un balance, un equilibrio en mi repertorio para que haya protagonismos más reales?
Preguntas como éstas me asaltan en estos tiempos, como quien
recién se despierta de un sueño egoísta y se pone a pensar en todo lo que debe
hacer ese día.
Pero que también se da cuenta que necesita desayunar con su
familia. Entonces, familia cuentera, los animo a estar despiertos y a desayunar, con debate de por medio.
Ya era hora que alguien pensara en nosotras!! No queremos seguir escuchando que siempre el que desparrama el chisme es el sexo femenino, ni siempre escuchar acciones heroicas del sexo masculino!! Muchas gracias por la publicación, nos hacía falta. Apliquémonos el test!!
ResponderEliminarGracias por el comentario! Esa es la idea, por suerte cada vez son más las personas que dan cuenta de esta realidad en el ámbito artístico y social. Abrazo!
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